Que el asentamiento no le pida permiso
a las obligaciones rutinarias,
que la lluvia y el llanto revivan brotes
dados por perdidos,
y siempre tengamos en la punta de la lengua
un significante nuevo.
Que el amor recicle la frazada de lana
en adornos floridos
y no nos falte,
la luz creada por un bichito,
una vela,
o el amanecer que nos encuentra despabiladas.
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